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El claxon de mi automóvil comenzó a fallar, sonaba cada vez más bajo de volumen. Y yo, que al conducir voy más nervioso que un político corrupto, opté por repararlo. No yo, obviamente, así que fui al taller especializado. Lo revisaron y el diagnóstico del mecánico especialista me sorprendió:
Mecánico: No güero, pues es que ya no le sirve el pito.
Matías: ¿Cómo dijo?
Mecánico: La bocina, va a tener que cambiarla.
Matías: Ah, que alivio.

No sé por qué se reía.